Para la libertad sangro, lucho, pervivo.
Para la libertad, mis ojos y mis manos,
como un árbol carnal,
generoso y cautivo, doy a los cirujanos.
Para la libertad siento más corazones
que arenas en mi pecho:
dan espumas mis venas,
y entro en los hospitales,
y entro en los algodones como en las azucenas.
Porque donde unas cuencas vacías amanezcan,
ella pondrá dos piedras de futura mirada
y hará que nuevos brazos y nuevas piernas
crezcan en la carne talada.
Retoñarán aladas de savia sin otoño,
reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida.
Porque soy como el árbol talado,
que retoño: aún tengo la vida.
. Beso soy, sombra con sombra. Beso, dolor con dolor, por haberme enamorado, corazón sin corazón, de las cosas, del aliento sin sombra de la creación. Sed con agua en la distancia, pero sed alrededor.
Corazón en una copa donde me la bebo yo, y no se lo bebe nadie, nadie sabe su sabor. Odio, vida: ¡cuánto odio sólo por amor!
No es posible acariciarte con las manos que me dio el fuego de más deseo, el ansia de más ardor. Varias alas, varios vuelos abaten en ellas hoy hierros que cercan las venas y las muerden con rencor. Por amor, vida, abatido, pájaro sin remisión. Sólo por amor odiado, sólo por amor.
Amor, tu bóveda arriba y yo abajo siempre, amor, sin otra luz que estas ansias, sin otra iluminación. Mírame aquí encadenado, escupido, sin calor a los pies de la tiniebla más súbita, más feroz, comiendo pan y cuchillo como buen trabajador y a veces cuchillo sólo, sólo por amor.
Todo lo que significa golondrinas, ascensión, claridad, anchura, aire, decidido espacio, sol, horizonte aleteante, sepultado en un rincón. Espesura, mar, desierto, sangre, monte rodador, libertades de mi alma clamorosas de pasión, desfilando por mi cuerpo, donde no se quedan, no, pero donde se despliegan, sólo por amor.
Porque dentro de la triste guirnalda del eslabón, del sabor a carcelero constante y a paredón, y a precipicio en acecho, alto, alegre, libre soy. Alto, alegre, libre, libre, sólo por amor.
No, no hay cárcel para el hombre. No podrán atarme. no. Este mundo de cadenas me es pequeño y exterior. ¿Quién encierra una sonrisa ? ¿Quién amuralla una voz? A lo lejos tú, más sola que la muerte, la una y yo. A lo lejos tú, sintiendo en tus brazos mi prisión, en tus brazos donde late la libertad de los dos. Libre soy, siénteme libre. Sólo por amor.
. Coronada la escoba de laurel, mirto, rosa, es el héroe entre aquellos que afrontan la basura. Para librar del polvo sin vuelo cada cosa bajó, porque era palma y azul, desde la altura.
Su ardor de espada joven y alegre no reposa. Delgada de ansiedad, pureza, sol, bravura, azucena que barre sobre la misma fosa, es cada vez más alta, más cálida, más pura.
¡Nunca! La escoba nunca será crucificada porque la juventud propaga su esqueleto que es una sola flauta, muda, pero sonora.
Es una sola lengua, sublime y acordada. Y ante su aliento raudo se ausenta el polvo quieto, y asciende una palmera, columna hacia la aurora.
. Desde que el alba quiso ser alba, toda eres madre. Quiso la luna profundamente llena. En tu dolor lunar he visto dos mujeres, y un removido abismo bajo una luz serena.
¡Qué olor a madreselva desgarrada y hendida! ¡Qué exaltación de labios y honduras generosas! Bajo las huecas ropas aleteó la vida, y sintieron vivas bruscamente las cosas.
Eres más clara. Eres más tierna. Eres más suave. Ardes y te consumes con más recogimiento. El nuevo amor te inspira la levedad del ave y ocupa los caminos pausados de tu aliento.
Ríe, porque eres madre con luna. Así lo expresa tu palidez rendida de recorrer lo rojo; y ese cerezo exhausto que en tu corazón pesa, y el ascua repentina que te agiganta el ojo.
Ríe, que todo ríe: que todo es madre leve. Profundidad del mundo sobre el que te has quedado sumiéndote y ahondándote mientras la luna mueve, igual que tú, su hermosa cabeza hacia otro lado.
Nunca tan parecida tu frente al primer cielo. Todo lo abres, todo lo alegras, madre, aurora. Vienen rodando el hijo y el sol. Arcos de anhelo te impulsan. Eres madre. Sonríe. Ríe. Llora.
.
El lecho, aquella hierba de ayer y de mañana:
este lienzo de ahora sobre madera aún verde,
flota como la tierra, se sume en la besana
donde el deseo encuentra los ojos y los pierde.
Pasar por unos ojos como por un desierto;
como por dos ciudades que ni un amor contienen.
Mirada que va y vuelve sin haber descubierto
el corazón a nadie, que todos la enarenen.
Mis ojos encontraron en un rincón los tuyos.
Se descubrieron mudos entre las dos miradas.
Sentimos recorrernos un palomar de arrullos,
y un grupo de arrebatos de alas arrebatadas.
Cuanto más se miraban más se hallaban: más hondos
se veían, más lejos, más en uno fundidos.
El corazón se puso, y el mundo, más redondos.
Atravesaba el lecho la patria de los nidos.
Entonces, el anhelo creciente, la distancia
que va de hueso a hueso recorrida y unida,
al aspirar del todo la imperiosa fragancia;
proyectamos los cuerpos más allá de la vida.
Expiramos del todo. ¡Qué absoluto portento!
¡Qué total fue la dicha de mirarse abrazados,
desplegados los ojos hacia arriba un momento,
y al momento hacia abajo con los ojos plegados!
Pero no moriremos. Fue tan cálidamente
consumada la vida como el sol, su mirada.
No es posible perdernos. Somos plena simiente.
Y la muerte ha quedado, con los dos, fecundada.